Quienes queremos evolucionar hacia la luz,
tenemos que atender también a nuestra sombra.
Hola, soy Cuau. Quiero compartir contigo algo que me hubiera encantado comprender cuando era mucho más joven:
Nos mantenemos en constante aprendizaje, amamos, cuidamos nuestro cuerpo con la nutrición adecuada, hidratación, sueño, ejercicio, nos responsabilizamos de nuestras finanzas y rezamos, oramos, meditamos o contemplamos; todo esto hacemos para ser mejores personas, mejores versiones de nosotros mismos, para aprovechar la oportunidad maravillosa que es la vida. Sin embargo, ninguna de estas prácticas sustituye el trabajo terapéutico; nada de esto libera la energía que se ha ido quedando encapsulada en nuestro interior a partir de los eventos traumáticos de nuestra vida, las decepciones, tragedias, frustraciones, desamores, abandonos, sustos, corajes, desolación, miedos y ansiedades.
Las experiencias difíciles de nuestras vidas son heridas que de no trabajarse se oscurecen y se ocultan, generando un constante gasto energético inconsciente que drena nuestra vitalidad y que se manifiesta como problemas de salud, estrés y ansiedad, relaciones conflictivas, mala suerte o simplemente una sensación de confusión generalizada.
La sombra es el concepto que acuñó el psicólogo Carl G. Jung para señalar
aquellas partes de nosotros que al no ser reconocidas consumen energía y nos impiden alcanzar el bienestar.